Los perros, siempre fieles

Siempre se dice que los perros son los amigos del hombre, y dan muchas señales de ello. Muchas veces al mirar a un perro mientras le hablamos nos puede parecer que nos entienda, aunque al menos por el momento, no podremos saberlo. También es curioso que al volver del trabajo o de donde sea muchas veces, por no decir todas, nos esté esperando.

Muestras de fidelidad

Algunas de las historias más emotivas que hay, entre los millones que existen, son:

La historia de Bobby, un perro de un policía de Edimburgo, Escocia. John Gray, su dueño, le había enseñado trucos que podían asombrar a mucha gente y eran inseparables.

El año 1858, repentinamente, John tuvo la desgracia de fallecer por culpa de una tuberculosis. El perro presenció el funeral y lo siguió hasta el lugar definitivo donde descansarían los restos de John Gray.

Durante 14 años estuvo encima de la tumba, tan solo ausentándose para lo básico, como alimentarse y poco más. La gente que sabía de su presencia en el cementerio, al ver que permanecía allí incluso en invierno, especialmente duro en Escocia, empezaron a organizarse para conseguir darle comida y bebida, así como un lugar donde resguardarse del frio mínimamente.

Fue muy conocido, e incluso un Lord hizo que perteneciera al consejo de la ciudad, para evitar que lo intentaran ingresar a una perrera como premio a su fidelidad. Cuando murió se le construyó una estatua a su honor muy cerca del cementerio, mirando hacia la tumba. 

Otra historia, en la que no se puede evitar sentir la misma e incluso más compasión, sobre todo por el perro, es la de “Fido”.

Este mestizo adoptado por un joven italiano, durante los años 30, iba con su dueño día si día también hasta la estación, dos quilómetros cada trayecto.

Cuando Luigi, su dueño, volvía cada día a las 5:30, el fiel perro le estaba esperando, para volver a su hogar.

Al cabo de unos años estalló la guerra. Como millones de jóvenes, Luigi fue reclutado.  La fiel mascota, pensando que Luigi volvería, acudía puntualmente a la estación donde cada día durante tantos años había vuelto su amo a las 5:30.

Como si fuera el primer día que lo iba a buscar, se mostraba esperanzado y alegre a la llegada del tren, y se paseaba entre la gente que bajaba de los vagones, buscando a Luigi, que tanto quería.

Como evidentemente no estaba allí se marchaba aparentemente muy triste, aunque nada le impedía volver al día siguiente, a pesar de que con los años le costara cada vez más.

Luigi fue una víctima más de la guerra y cuando acabó las esperanzas del perro, que no sabía que no volvería, no disminuyeron y murió un día yéndolo a buscar. En su memoria se erigió una estatua.

Otra historia parecida es la de Hachiko, con una historia parecida, pero en Japón. Una diferencia es que al publicarse su historia en diarios la gente quiso saber más de su especie y se salvo, ya que quedaban unos 30 ejemplares y gracias a la fama del mismo hay más de mil.

El sexto sentido animal

El hecho de que los animales se puedan orientar, incluso en lugares desconocidos, ha hecho que sean estudiados.

En el caso de las palomas, después de dar muchas vueltas para que no puedan recordar la ruta y soltarlas lejos, por ejemplo, se ha llegado a tales conclusiones como que se orientan gracias a la polaridad de la Tierra.

Cierto no hay nada, tan solo son hipótesis, pero lo que es prácticamente indudable que algo tienen, aunque sea mucha intuición como mínimo.

Como es sabido antes de que suceda algún suceso natural, como un terremoto, los animales están muy inquietos, son una conducta muy rara.

Los más escépticos pueden encontrar explicación a tales hechos con argumentos, probados científicamente, como que los perros tienen 40 veces más células olfativas, los gatos tienen un oído espectacular y perciben cambios en los fenómenos eléctricos y barométricos, por esto por ejemplo se asustan tanto con los rayos y los truenos.

Un parapsicólogo para demostrar que los animales tienen un sexto sentido hizo un experimento. Consistia en hacer entrar a una casa supuestamente encantada, concretamente en una habitación donde sucedió algo trágico, un perro, un gato, una rata y una serpiente.

El perro,  al entrar a un escaso metro gruñió y salió. No volvió a entrar.

El gató saltó al suelo (estaba a los brazos de su dueño) y empezó a bufar con el pelo erizado en dirección a una silla.

El siguiente turno fue el de la serpiente. Se puso en postura de ataque contra la misma silla.  Por último, en el caso de la rata, no sucedió nada.

En las otras habitaciones se comportaban todos con normalidad.

La interpretación de los hechos es libre, aunque da que pensar. ¿Y vosotros que pensais al respecto?