¿Cómo elegimos a nuestra mascota?

MascotasA los amantes de los animales nos gusta tener la casa llena de mascotas, pero es complicado poder atender las necesidades que presentan y no todos los animales son idóneos, teniendo en cuenta el ritmo de vida que llevamos, los costes que suponen, el espacio del que disponemos… Es necesario que a la hora de elegir a una mascota tengamos en cuenta los siguientes factores y elijamos aquella que más se ajuste a nuestra vida.

 El tiempo que tenemos para dedicarla. Hay que tener en cuenta nuestros horarios laborales, ya que muchas veces pasamos más tiempo en el trabajo que en nuestra casa, esto tiene como consecuencia que el tiempo de atención se reduce, y muchos de ellos necesitan tiempo de dedicación.

  • Dónde vivimos. No es lo mismo vivir en un piso de 60 m que vivir en un chalet con jardín. Hay animales que necesitan espacio para correr y la amplitud de nuestro hogar ayudará en mayor o menor medida a que se sientan a gusto en nuestro hogar.
  • Costes económicos. Nuestras mascotas necesitan que se dé respuesta a una serie de necesidades como el alimento, los accesorios, el veterinario… y todo esto supone un desembolso monetario.
  • Épocas de vacaciones. Hay periodos del año que son más propensos a los viajes, y debemos tener en cuenta, qué vamos hacer con nuestra mascota, si la vamos a llevar con nosotros o tenemos algún amigo o familiar de confianza que pueda asumir el cuidado de nuestro animal mientras estamos fuera.

 Estos son los factores más importantes pero existen otros que puede que también debamos de tener en cuenta antes de tomar la decisión y asumir la responsabilidad que supone el cuidado de una mascota, como es el número de hijos que tenemos, sus edades, la fertilización de nuestra mascota, cómo aceptamos la pérdida de nuestro animal de compañía…

 Una vez que tenemos claro estos aspectos, y hemos decidido comprometernos con un animal, vamos a ver las diferentes mascotas que podemos tener en casa.

  • Perro. Son animales que necesitan mucha atención, hay que sacarles a pasear a sus horas, dejarles que quemen energía. Su temperamento dependerá de la raza que elijamos.
  • Pájaros. No necesitan demasiada atención, hay que tener controlado el comedero para que no les falte comida y de vez en cuando ponerles cerca de una ventana para que les de el sol.
  • Gatos. Son independientes, y en función de a lo que les acostumbremos necesitarán más o menos compañía. Hay que tener cuidado donde se afilan las uñas, porque nos pueden destrozar los muebles.
  • Tortugas. Hay que estar pendientes de las condiciones del agua y de que tengan comida. Al ser un reptil sus muestras de cariño son muy reducidas y los juegos también.
  • Conejos. Son unas mascotas mansas y sociables. Se les puede dejar sueltas por la casa, pero prestándolas atención cuando las dejemos corretear, ya que les gusta roer todo, incluso los cables.
  • Hámster. Son pequeños y viven en su jaula, no necesitan salir de ella. Las necesidades que hay que cubrir son mínimas. Estos animales tienen una vida muy corta.
  • Cobaya. Igual que los conejos son dóciles y se las puede sacar por una habitación, hay que vigilarlas porque se esconden en cualquier hueco.

Querido humano:

Querido humano:

No hay manera de entenderte. Mira que lo intento, pero no hay forma. Como era un cachorro cuando, el año pasado, llegué a tu casa, no tengo muy claro cómo nos llevábamos. Pero supongo que bien, porque mis primeros recuerdos son agradables.

Yo era una especie de imán de mimos. Y es normal: si ahora soy adorable –modestia aparte, mi raza lo es-, de cachorrito tenía que ser la monda. Lironda. Caricias por todos lados, caprichos, juegos… El rey de la casa, vaya.

Bright Eyes

Cierto es que no todo eran mimos y carantoñas: cuando tenías que reñirme, lo hacías. Visto en perspectiva, no me parece mal: me enseñaste que en casa no debo hacer mis necesidades. Y, oye, a pesar de que tardé en entenderlo, creo que capté el espíritu. Lograba aguantar hasta el jardín de tu vecino.

Me desquicias

Creo, eso sí, que lo de enseñarme  sentarme, dar la pata y tumbarme estuvo de más. Y en cuanto a revolcarme como una croqueta… Pues mira, eso ya era un exceso. Pero me gusta complacerte, de modo que aprendí a hacer el ridículo para que te rieras un rato.

Pero llegó un momento en el que te contradecías y, chico, desde entonces me tienes desorientado: para empezar, cuando lograste que hiciera “mis cosillas” a ciertas horas, empezaste a ser más irregular en cuanto a sacarme a la calle. Como no sé utilizar el retrete, cada vez tengo que suplicarte con más insistencia que me saques. Eso sí: cuando llego al jardín de tu vecino es un aliiiiiviooo…

Has cambiado

Luego, dejaste de enseñarme cosas, de modo que ya te da igual que te salude o no. Es más, cuando llegas a casa, sabes que me gusta darte un abrazo… bueno ponerte las zarpas en las solapas, tú ya me entiendes, y un lametón. Antes te gustaba, pero ahora me apartas de malas maneras. Tú no eras así.

Incluso, cuando te ibas de viaje o de vacaciones, preguntabas en el hotel si me iban a admitir y te indignabas cuando decían que no ¡Qué orgulloso me sentía de cómo me defendías! Ahora, en cambio, me dejas en casa de tus amigos o incluso me buscas un hotel canino, pero ya no me llevas a conocer el mundo.

Pero yo sé qué te pasa

Pero creo saber lo que te pasa, y no te preocupes, que sé perdonarte: aunque lo disimules lavándote tan bien que soy capaz de reconocer el olor, yo creo que has conocido a otro perro al que quieres más.

No te preocupes: aunque los perros seamos, eso dicen, eternamente cachorros, somos también comprensivos y perdonamos las debilidades humanas. Sabes que te quiero y que yo sí te voy a ser fiel hasta que mi muerte (no me engaño: vivo menos años que tú) nos separe.

Un cariñoso lametón,

Toby.