Una de las quejas que más se repiten entre los dueños de perros, sobre todo mientras son cachorros, es referente a la costumbre que muchos animales tienen de morder todo lo que encuentran dejándolo destrozado.
Los motivos que hay detrás de este comportamiento pueden ser muy diversos. Un cachorro que muerde las cosas lo hace porque no sabe que eso está mal, pero si tu perro adulto que no lo había hecho hasta el momento comienza morder puede ocultarse un problema detrás.
Corregir a un cachorro
Un cachorro debe de aprender que morder las cosas no está bien. Pero un castigo no es una forma útil de conseguir nuestro objetivo. Si llegas a casa y te encuentras con que tu perro ha destrozado un cojín y lo encierras enfadado regañándolo, el animal se asustará, incluso puede intentar defenderse, pero no entenderá la relación entre el cojín roto y tu reacción por mucho que se lo muestres.
Intenta que el pequeño tenga siempre a su disposición juguetes adecuados para morder y cuándo veas que intenta entretenerse con un mueble u objeto debes de corregirlo y darle a cambio su juguete para que entienda que es eso lo que debe de morder.
Pero la prevención durante el tiempo que dura su educación es fundamental. Si de verdad no quieres que muerda algo la mejor manera de evitarlo mientras lo estás enseñando es no poniendo ese objeto a su alcance. El perro no tiene por qué andar por toda la casa a sus anchas, sobre todo cuándo tú no estás para vigilarlo. Puedes habilitar un cuarto o el pasillo para que el animal se sienta a gusto pero no pueda romper nada valioso.
Cambios en el comportamiento de un adulto
Si tu perro ha comenzado a morder los objetos ya de adulto es importante averiguar las causas de esa variación en su comportamiento. Lo primero revisa su boca a ver si tiene alguna pieza dañada, las encías irritadas o cualquier bulto o circunstancia no normal.
Descartado un problema de salud lo más habitual sea que tras este mal hábito se esconda un problema de aburrimiento o de falta de estímulos. ¿Tiene tu perro juguetes propios? ¿Dispone de un espacio en el piso dónde pueda usarlos? ¿Le prestas suficiente atención? ¿Sale todo lo que necesita a la calle? ¿Lo llevas a correr en libertad de vez en cuando? ¿Ha habido cambios en la familia que le puedan causar estrés, como la llegada de un bebé, invitados o traslado de residencia?
Seguro que en alguna de esas preguntas encuentras la respuesta al problema y a partir de conocer la causa, podrás solucionar el mal comportamiento de tu compañero.