Ayer mismo, Raquel, que de compañera se ha convertido en amiga (tal vez porque el teletrabajo le evita tener que verme cada día, lo que ayuda a que no tenga que soportarme demasiado)… Como digo, Raquel compartía a través de Facebook un artículo de una página, change.org. Hasta aquí, nada extraordinario: todos los días se comparten millones de escritos a través de la red social.
Es solo que en este caso el escrito no es una colección de chistes fáciles o una serie de curiosidades descafeinadas y que se caen por su propio peso en cuanto nos paramos investigarlas o las iluminamos con un rayo de sentido común. No. Esta vez –como tantas otras, seamos justos-, Facebook es, o pretende ser, útil.
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