Maullando agradecido

Querido humano:

Aunque deberías estar agradecido por que te permito vivir conmigo, entiendo que también necesitas que yo te dé las gracias. Entiendo que no siempre es suficiente que me restriegue contra ti (yo sé por qué lo hago) y que ronronee como un gatito satisfecho cada vez que lo estoy… Que sí, que tengo un pelaje muy suave y que te da casi tanto gusto acariciarme como a mí que me acaricies. Pero, mira, hoy estoy generoso y agradeciido.

Es cierto que los de mi especie ya hemos demostrado que podríamos vivir sin muchos problemas en un callejón (incluso maullando a gritos una canción), pero, oye, preferimos, sobre todo cuando en invierno se congela hasta la mirada o en verano se derriten hasta los pensamientos, estar tranquilamente en nuestras casas, durmiendo junto a la chimenea o estudiando el movimiento del ventilador. Y si para eso hay que permitir que un humano viva en casa, se permite.

Cualquier noche los gatos… ¡Uh, uh, uh!… de tu callejón…

Al fin y al cabo, los humanos necesitáis pocos cuidados: basta con que os dejemos salir de casa durante unas horas, cinco o seis días a la semana, y que no os robemos demasiada comida. Vale que os puede molestar cuando, como yo, queremos algo más de atención y os acariciamos algo fuerte con las zarpas o nos subimos al teclado del ordenador. Pero tampoco es para tanto. Y somos taaaaan tiernos…

gato-y-sus-ojitos-en-el-gato-con-botas

Al fin y al cabo, si echas un vistazo a internet, verás que los gatos somos símbolo de ternura, con unos gestos y unas caritas capaces de derretir un casquete polar. El del Sur, que es más frío. De acuerdo: siempre ha habido clases e intenciones entre los  gatos. Mira, si no, a Patucos González y lo que dice en su Facebook.

Con cara de bueno

Pero, por norma general, cada uno de nosotros se conforma con su territorio, esa habitación o esa casa en la que es el amo. Y si para eso es preciso camelarse al perro y aterrorizar al periquito (o aterrorizar al perro y desaparecer al periquito), pues mira, pues se hace. Eso sí, poniendo cara de buena gente y restregándose contra el humano, que es como meterle monedas a una máquina de Cocacola: siempre tiene premio.

images

Ahora que lo pienso: este escrito era para darte las gracias por mimarme y cuidarme… Pero, ¿cuándo has visto tú a un gato maullar las gracias? En todo caso, deberías agradecerme tú a mí que te permita cuidarme gratis… ¡Habrase visto!