Venganza

Vamos a ver, tío imbécil: cuando me compraste, sabías perfectamente que iba a acabar teniendo veinte veces el tamaño que tenía. Sabías también que no soy capaz de querer, al menos en el sentido que los humanos entendéis como tal. Como, además, internet es una fenomenal fuente de conocimientos, deberías haber sabido que te iba a salir por una pasta mantenerme.

Ni siquiera un tonto como tú esperaría que me crecieran patas. Creo. De modo que he de sospechar que no me compraste para enseñarme a dar la patita o a tumbarme. Las serpientes, incluso las pitones como yo, nos pasamos el día tumbadas o, en todo caso, enroscadas a algo, como supongo que habrás observado.

Burmese Python

Mira, no todo ha estado mal: el terrario con calefacción ha sido un detalle que demuestra que te preocupaba, al menos al principio. Y los ratones vivos de los primeros meses, todo un regalo. Necesario, sí, pero un puntazo por tu parte, que tienes menos detalles de que Seat Panda antiguo.

¡Qué mala es el hambre!

Ya sé que me vas a poner la excusa de la crisis en cuanto te eche en cara que he pasado más hambre que Carpanta. Pero no sé si sabías que soy incapaz de identificar como comida la carne congelada que decidiste empezar a darme cuando el presupuesto para comprar conejos vivos empezó a ser necesario para otros destinos.

Fue por hambre por lo que me lancé sobre ti, a ver si tenías algo aprovechable. No tengo nada personal contra ti, insisto: los reptiles no sabemos qué es querer u odiar, por fortuna para tu integridad física. Lástima que te me escaparas, pero no estaba preparada para que me agarrases por la nuca.

Al inframundo

Al contrario que yo, tú sí sabes qué son los sentimientos. Por eso, entre el rencor y el miedo, decidiste regalarme al zoo. Sólo que como no eres el primer cretino que cree que va a poder cuidar de una serpiente de dos metros y medio, en el zoo ya tenían cubierta mi plaza.

Y, claro, plan B: a morir a las alcantarillas. Pues fíjate que, contrariamente a lo que cabía esperar, y por algún curioso milagro, he sobrevivido. Se han dado ese cero coma poco por ciento de circunstancias que me han mantenido con vida.

Supongo que a pesar de tu parca inteligencia de simio involucionado empiezas a comprender por qué la taza del inodoro te está absorbiendo y a qué viene ese dolor lacerante, como si unos colmillos te estuvieran desgarrando las… “joyas de la corona”.

La python molorus

Aunque no es lo más habitual, sí que es cada vez más frecuente que ciertos amantes de los animales se decanten por reptiles de gran tamaño. Y, dentro de éstos, por serpientes constrictor. De una de ellas vamos a hablar hoy. Concretamente, de la pitón de la India o python molorus.

Para empezar, diremos que las diferentes razas de esta especie son habituales en los terrarios por una buena razón: de entre sus congéneres, resultan ser las más dóciles, casi inactivas durante las horas de luz. Además, al carecer de veneno, son, hasta cierto punto adecuadas para quien desee una mascota exótica.

¡Pero, cuidado! Dócil, sí; pacífica, también; inofensiva, de ningún modo. La pitón posee unos dientes enormes que, si decide atacarnos, nos harían mucho daño. A propósito, si, por pacífico que sea, el reptil nos lanza la boca y nos atrapa, digamos, la mano, controlemos el instinto de tirar: sólo nos haríamos más daño, por no decir que podríamos provocar un ataque más serio. Sangre fría. Abramos, despacio, la boca del animal.

Un bichito enorme

El reptil puede llegar a los seis metros de cabeza a cola y pesar sobre 95 kilos, aunque habitualmente se queda entre 3 y 5 metros. Para cazar, localiza a sus presas mediante un sistema de captación de calor que posee en las mandíbulas, es por eso que no vale la pena intentar que coma animales muertos.

Por cierto: esas preciosas pitones albinas son, en realidad una variedad cromática de la subespecie birmana de la pitón de la India. Hala, ya sabes de dónde viene esa serpiente que estás pensando en comprarte.

De la selva a su casa

En todo caso, esta especie proviene del Sudeste asiático, por lo general, cálido, húmedo y boscoso. Debemos, pues, adaptar su terrario a estas condiciones en la medida de lo posible. Durante sus entre diez y veinte años de vida, ha de estar en unas condiciones más o menos como las de estas selva y comiendo –ya lo apuntábamos antes- presas vivas de un tamaño acorde a su edad y peso.

Las crías pueden alimentarse incluso con ratones, pero, según van creciendo, empezaremos a necesitar conejos y animales aún más grandes y, para enriquecer la dieta, deben variarse las presas. Tenlo en cuenta, si piensas hacerte con una pitón: no es barato mantenerla.

Hablar de las pitones nos ocupará una buena cantidad de artículos, de modo que dejaremos éste como una breve introducción al tema, e iremos añadiendo datos y referencias sobre unos animales fascinantes en más de un sentido.