Iguanas verdes

Las iguanas son reptiles, eso quiere decir que son de sangre fría, lo que significa que no es una mascota típica como puede ser un gato, perro, conejo, hámster… no son excesivamente achuchables y es complicado domesticarla y hacerla que se acostumbre a los humanos. Los reptiles tienen un cerebro basado en los instintos, eso quiere decir, que se mueven en función de lo que necesitan como comida, agua, calor del sol… no necesitan cariño. Los mamíferos es complicado que sobrevivan sin la madre, en cambio los reptiles no, porque se basan en necesidades primarias que son capaces de satisfacer por sí mismos.

Antes de decidir tener una iguana como mascota, hay que saber una serie de cosas. La primera es son animales muy sensibles, y que se estresan con mucha facilidad (con la presencia humana, el ruido, otro animal…).

Son animales delicados, pueden padecer multitud de enfermedades, algunas de ellas nos las pueden contagiar como por ejemplo la salmonella y otras de origen bacteriano. El problema de que enfermen no solo es que tienen una salud delicada sino que además es complicado encontrar un veterinario que sepa sobre estos reptiles ya que la mayoría no están especializados en estos animales.

La domesticación de una iguana es bastante complicada, supone tiempo, esfuerzo y dedicación. Hay que tener en cuenta que a estos animales el contacto les da igual, no tiene esa necesidad como puede tenerla un perro, ellas pueden pasar tranquilamente sin que las cojamos. Pero a veces es necesario cogerlas para limpiarlas el terrario, por ejemplo, y sino están acostumbradas tenemos muchas posibilidades de llevarnos un coletazo y no son nada agradables ya que zurcen bastante.

Existen una serie de ejercicios que podemos hacer todos los días, para lograr domesticar a nuestras iguanas, tened en cuenta que simplemente con que nos deje cogerla y tocarla ya se considera domesticada.

Entre los ejercicios que podemos hacer:

  • Cogerla del terrario, con la mano cerrada con firmeza, tocarla la cabeza, la espalda y el resto del cuerpo. Cuando pasen unos minutos cerraran los ojos, eso significa que está tranquila. Continuaremos acariciándola y abriremos la mano. Las primeras veces se nos escapara y nos tocará volver a empezar, pero hay que ser insistentes y al final lo lograremos. También hay que demostrarlas que eres tú quien manda y no ella, siempre con paciencia, porque su memoria recordatoria es bastante corta.
  • Otra actividad que podemos realizar con ellas, es ponerla un collar de los que venden específicos para ellos. Se lo pondremos y la colocaremos en un lugar en el que haga calor y vayamos a estar nosotros o hay a movimiento de gente para que se acostumbre.
  • Otra tarea para lograr que acepte nuestra presencia, es sacarle del terrario y ponerla en lugar cerrado como una jaula u otro sitio del que no pueda escapar y la pondremos a nuestro lado, mientras vemos la televisión, llevemos o hacemos cualquier otra actividad para conseguir que entienda que no la vamos a hacer nada.

Todo esto no es cosa de un día, debemos ser constantes e insistir mucho en ello para poder observar los avances.

Venganza

Vamos a ver, tío imbécil: cuando me compraste, sabías perfectamente que iba a acabar teniendo veinte veces el tamaño que tenía. Sabías también que no soy capaz de querer, al menos en el sentido que los humanos entendéis como tal. Como, además, internet es una fenomenal fuente de conocimientos, deberías haber sabido que te iba a salir por una pasta mantenerme.

Ni siquiera un tonto como tú esperaría que me crecieran patas. Creo. De modo que he de sospechar que no me compraste para enseñarme a dar la patita o a tumbarme. Las serpientes, incluso las pitones como yo, nos pasamos el día tumbadas o, en todo caso, enroscadas a algo, como supongo que habrás observado.

Burmese Python

Mira, no todo ha estado mal: el terrario con calefacción ha sido un detalle que demuestra que te preocupaba, al menos al principio. Y los ratones vivos de los primeros meses, todo un regalo. Necesario, sí, pero un puntazo por tu parte, que tienes menos detalles de que Seat Panda antiguo.

¡Qué mala es el hambre!

Ya sé que me vas a poner la excusa de la crisis en cuanto te eche en cara que he pasado más hambre que Carpanta. Pero no sé si sabías que soy incapaz de identificar como comida la carne congelada que decidiste empezar a darme cuando el presupuesto para comprar conejos vivos empezó a ser necesario para otros destinos.

Fue por hambre por lo que me lancé sobre ti, a ver si tenías algo aprovechable. No tengo nada personal contra ti, insisto: los reptiles no sabemos qué es querer u odiar, por fortuna para tu integridad física. Lástima que te me escaparas, pero no estaba preparada para que me agarrases por la nuca.

Al inframundo

Al contrario que yo, tú sí sabes qué son los sentimientos. Por eso, entre el rencor y el miedo, decidiste regalarme al zoo. Sólo que como no eres el primer cretino que cree que va a poder cuidar de una serpiente de dos metros y medio, en el zoo ya tenían cubierta mi plaza.

Y, claro, plan B: a morir a las alcantarillas. Pues fíjate que, contrariamente a lo que cabía esperar, y por algún curioso milagro, he sobrevivido. Se han dado ese cero coma poco por ciento de circunstancias que me han mantenido con vida.

Supongo que a pesar de tu parca inteligencia de simio involucionado empiezas a comprender por qué la taza del inodoro te está absorbiendo y a qué viene ese dolor lacerante, como si unos colmillos te estuvieran desgarrando las… “joyas de la corona”.