Habitualmente tenemos la errónea idea de que a los perros les encanta que les achuchen a todas horas y que cuando vemos a un perro hay que ir a tocarlo inmediatamente.
La idea no es mala, pero hay que pararnos a pensar unos segundos en qué nos parecería a nosotros que un desconocido viniera y nos plantara un abrazo o una caricia así, sin más.
Lo menos que podría pasar es que le diéramos un empujón… de igual manera, un perro que no nos conoce puede no apetecerle que le abracemos o pensar que somos una amenaza para él y gruñirnos o, incluso, tirarnos una dentellada.
Por eso lo más recomendable es seguir siempre una serie de pautas para acercarnos a un perro que no conocemos o a uno conocido que puede estar nervioso.
Pensar en sus necesidades y no en las nuestras
A la hora de interactuar con un animal siempre hay que pensar no en lo que queremos nosotros, sino en lo que le va a gustar a él si no queremos llevarnos un susto o arriesgarnos a producirle una mala experiencia.
Para un perro, un acercamiento de frente es signo de amenaza. Si os fijáis en los comportamientos con otros perros, ellos se saludan de lado y luego ya se pueden acercar de frente, pero cuando uno de ellos se acerca directamente de frente el otro se suele poner en tensión.
Por eso, debemos evitar dirigirnos al perro directamente de frente, bien sea con la mano extendida hacia su cara, bien agacharnos para plantarle un beso, porque podemos activar su defensa natural.
Conocer su lenguaje es fundamental
Lo ideal es darle el lateral y dejarle que sea él el que se acerque a olernos para que pueda reconocernos. Si nos acepta, veremos como se restriega contra nosotros buscando una caricia.
Otra de las cosas que suelen tener que sufrir los perros son gritos de saludo y abrazos asfixiantes… ¿Si tuviéramos la agudeza de oído de los perros, creéis que nos gustaría que alguien gritara a nuestro lado? Lo menos que puede pasar es que el perro desee poder taparse las orejas…
En cuanto a los abrazos asfixiantes hay que plantearse que es una manera de impedirles el movimiento y si alguien nos lo hiciera a nosotros nos podría, cuando menos, nerviosos.
No hay que olvidar nunca que nuestros códigos de conducta y los suyos son mundos distintos y que es importante conocer los suyos para relacionarnos adecuadamente.