Agresividad en los perros cocker

He tenido varias amigas que han tenido un perro de la raza cocker. Nunca me han dejado tocarlo alegando que tenía un carácter difícil debido a que se vuelven loco porque su cabeza no crecía apenas al crecer pero su cerebro sí.

Siempre he pensado que esto era una leyenda urbana y que lo que pasaba es que sus dueñas no tenían una buena disciplina hacia el perro. Que les consentían mucho o que justo ese perro tenía un carácter imposible. Pero ahora resulta que he estado equivocada toda la vida.

Muchos son los dueños que se enamoran de estos perros tras esa mirada tierna, aspecto de peluche que lo hace enternecedor. Pero el cocker esconde un carácter muy marcado y fuerte. El cual necesita de una gran disciplina ya que pueden terminar siendo muy agresivos.

Estudio sobre la agresividad

Se calcula que el 3´5% de los perros en España son de la raza cocker. Un estudio de la Clínica de  Etología del Hospital Veterinario de la Universidad Autónoma de Barcelona indica que el 15% de las consultas que se hacían a estos perros era debido a comportamientos agresivos por cocker.

Los motivos que conducían a este comportamiento se desconocían, hasta que en esta investigación resolvieron el misterio. Esta agresividad está motivada por los niveles de serotonina: en el sistema nervioso central se cree que la serotonina afecta a partes importantes de nuestra personalidad. La inhibición, la iré, la agresividad, el humor, el sueño

De hecho, se conoce esta supuesta locura como “el síndrome del cocker rojo”, se llama así porque se da sobre todo en cocker de este color. Caracterizado por cambios repentinos de carácter. Con niveles de agresividad que los hacen verdaderos monstruos, pero después vuelven a la normalidad.

Desde pequeños empezar con la disciplina

Se recomienda que si se quiere tener un cocker desde el principio fundamentes tu educación en ejercicio, cariño y disciplina.

Son perros con muy vivaces, enérgicos, juguetones e inteligentes. Necesitan, como todos los perros, mucha actividad. En este caso con un plus, que es intentar cansarles para que sus niveles de agresividad bajen y creen más endorfinas que los hagan más dulces.

Está claro que aunque nuestro perro tenga un problema de comportamiento, digámoslo así, de serie. Desde pequeños tenemos que intentar controlarlos y educarlos correctamente. Evitar que nos de pena regañarlos con la máscara de criaturas tiernas que poseen.

Hay veterinarios que recomiendan en casos desmadrados poder medicar al perro mediante Prozac. Sería un tratamiento positivo siempre y cuando el motivo de agresividad sea por serotonina.

Solo nos queda la paciencia y cariño para poder lidiar con un problema que, hay que dar gracias, se aclara que no era culpa de muchos de sus dueños, sino de la naturaleza del perro. Algo que aunque llega tarde para algunos, debería aliviarte.

Adiestrar un conejo

Normalmente cuando se habla o se piensa en adiestramiento nos vamos a los perros pero los conejos también se pueden adiestrar para que cuando lleguen a la edad adulta tengan un comportamiento adecuado y se pueda convivir con ellos sin ninguna dificultad y que además haga cosas como que venga cuando le llamamos, o salte encima de nuestras piernas cuando se lo decimos o cualquier otra conducta que consideremos necesaria para el funcionamiento de la vida diaria y/o su bienestar.

Hay muchas personas que lo intentan, algunas lo logran pero otras no porque  se equivocan en el adiestramiento y/o por que no son constantes en el tiempo y/o desesperan antes de lograr la conducta deseada.

Para iniciar el entrenamiento es necesario tener “chuches” para ellos, siempre hay que educar a nuestras mascotas desde el refuerzo positivo y evitar pegarle o castigarle porque no conduce a nada solo a que se pueda volver agresivo, ellos en la naturaleza no siguen a un líder por lo que a diferencia de los cánidos eso es más complicado que nos sigan y que nos tomen en cuenta al principio pero con un poco de rutina diaria se logrará y al final podremos decir que tenemos un conejo obediente y equilibrado.

Para iniciar el adiestramiento de nuestro conejo es necesario marcar un tiempo diario dedicado a él, el entrenamiento durará entre 15 minutos y media hora, es importante comenzar con poco tiempo y luego ir aumentando. Marcar que conductas son prioritarias, por ejemplo se decide que lo primero a enseñar es que acuda cuando se le llama, pues cada vez que se acerque cuando decimos su nombre le daremos una “chuche“. Habrá conductas que se deberán realizar en el tiempo en el que se deben de cumplir, es decir, por ejemplo se quiere enseñar a que llegada la hora de dormir vaya a su cesto o jaula, para ello dedicaremos el tiempo de entrenamiento cuando se tenga que producir este comportamiento.

Las órdenes siempre deben de ser las mismas, si usamos el comando ven, para que acuda cuando le llamamos siempre se deberá de usar el mismo, ellos aprende por asociación por lo que si cada vez usamos una palabra diferente no se logrará nada y no conseguiremos que realice la conducta deseada.

Una vez que se tiene el comportamiento deseado, se irán retirando los premios de comida para sustituirlos por caricias hasta que no se tenga que premiar por realizar la conducta sino de vez en cuando para evitar que se le olvide.

Conejitos neozelandeses

Convivencia del niño con el perro

En muchas ocasiones nuestro hijo no deja tranquilo al perro, le persigue por la casa, le molesta cuando está tranquilo, le tira del rabo o le coge del pelo con bastante agresividad y por mucho que le expliquemos al niño que el perro no es un juguete, él no lo llega a asimilar, por lo que es necesario no sólo explicarle que es un ser vivo, y que como nosotros tiene ritmos que hay que respetar. Un ejemplo es cuando está dormido, cuando come, etc., en estos momentos no se debe molestar a la mascota.

Además de explicar todas estas cosas deberemos hacerle partícipe de las rutinas del perro, siempre teniendo en cuenta la edad del niño y sus capacidades físicas y mentales. La edad orientativa para comenzar está en torno a los 5 años. En esta edad podemos permitir que el niño le sirva la comida en su comedero o si le vamos a dejar sólo en casa con un juego interactivo podemos dejar que lo rellene y también podemos permitir que le peine y que le masajee.

Todas estas acciones deben de estar supervisadas siempre por un adulto ya que éste debe enseñarle cómo se hace y corregir cuando no lo haga bien.

Hemos hablado del masaje y para ello es necesario conocer a nuestra mascota porque no a todos los perros les gusta lo mismo. A algunos les gustará que los acaricien la tripa, que les toquen el lomo o les acaricien el hocico… Eso lo iremos sabiendo según profundicemos en los gustos de nuestra mascota.

Todos estos rituales diarios fomentan que el vínculo creado entre el perro, el adulto y el niño esté cada vez más asentado, y no sólo eso, sino que el menor se de cuenta de que su mascota tiene necesidades que han de respetarse y responder a ellas tal y como se requiere. Esta es una forma sencilla de introducir al menor en conceptos tan importantes y a veces tan difíciles de asimilar como son el respeto, la tolerancia, la empatía, la generosidad, la cooperación…

Por otro lado podemos llevar a la práctica una serie de juegos con el perro y el niño para trabajar la obediencia básica a través del juego.

  1. Responder a la llamada: El niño se colocará de frente al perro y el adulto se pondrá por detrás del menor. El niño cogerá un premio (puede ser una salchicha) y lo esconderá en la mano, le llamará y el cánido tendrá que tocar con el hocico en la mano donde tiene el premio.
  2. Lanzamiento del premio: En la misma posición que antes, el niño cogerá el premio y se lo mostrará al perro. Una vez que tenga puesta la atención en la salchicha, el niño se lo lanzará.

 

 

El mejor perro del mundo

Aunque creo que todos los amos dirían lo mismo, voy a hablar del mejor perro del mundo. Cuarenta y dos kilos de cariño, lealtad y nobleza antepuestas, de ser necesario, a su propia vida. Una cabeza enorme en comparación con el cuerpo, musculoso y duro como si fuera de mármol, sujeto por unas patas cuyas zarpas eran más grandes que el centro de la palma de la mano. Y ojos de niño inocente.

Los ojos. Los ojos de un rottweiler que me enseñó a ser persona antes que gente, a cuidar y a querer sin esperar nada más allá de lo más básico a cambio. Siempre he considerado que con las razas grandes hay que ser muy firme y, de ser necesario, corregirlos con un cachete. Rara vez llegaba a tal extremo, pero Draco, que ahora tendría, de vivir, catorce años, nunca me respondió con un mal gesto.

Berlin #2

El perro llegó a un piso de estudiantes con apenas cuatro meses y, superado algún que otro miedo de los chicos, se convirtió en la mascota, no ya de a casa, sino de todo el edificio. Así era: sociable, noble. Bueno.

Una educación sencilla pero imprescindible

La inteligencia y deseo de complacer de Draco eran tales que hicieron que aprendiera a dar la pata en cinco minutos, a sentarse en otros tantos y a tumbarse –esto último ayudado por restos de chuletones de un restaurante- en apenas diez.

En la calle, pronto pudo salir a pasear sin correa: con un “¡Al pie!” se situaba a tu lado y no se adelantaba más de un metro. Y la prueba de que los animales son muchas veces más inteligentes que las personas es que, allá por donde íbamos, siempre había alguien que se apartaba, con mala cara. Vale: lo entiendo: un animal de ese tamaño impone, por pacífico que se muestre.

La jauría, la familia

Pero es que cuando llegábamos al parque, Draco jugaba con cualquier perro (con cualquier cosa en realidad). Encontró, merced a su tamaño, un lugar en la jauría en muy poco tiempo. El líder era otro rottweiler: Masai, detrás, un husky cuyo nombre no recuerdo, luego, Draco.

Recuerdo lo que me reía cuando los perros pequeños se le colgaban de la cara para jugar o para agredirlo y él, tranquilo, caminaba unos metros. Cuando se aburría del juego, con una pata, suavemente, los apartaba

¿La raza o el amo?

Podría seguir hablando durante horas y horas de cómo me enganchaba el mosquete a la presilla del pantalón y hacía que él me sacara de paseo, con la correa en la boca; de cómo, cuando me hacía daño por jugar con él (el daño me lo hacía yo: él era extremadamente cuidadoso), Draco paraba, se sentaba e intentaba lamerme…

Y todavía hay quien tiene la osadía de hablar de razas peligrosas en lugar de hacerlo de amos hijos de mil padres.

Collar eléctrico: tortura

Este instrumento es utilizado por personas que se denominan así mismos  educadores de perros.  Estos artilugios provocan descargas eléctricas en el Sistema Nervioso Central de nuestra mascota. El conocimiento sobre la descarga que aplicamos a nuestro perro cada vez que damos al botón es una incógnita, los fabricantes de estos instrumentos de tortura no ponen ninguna etiqueta ni envoltorio con el voltaje que administra el collar, pero sí que ponen frases tipo, educación del perro, reducir el ladrido del perro…

Tener un animal, significa ser un poco sensible y un poco empático ( saber ponerse en la piel del otro) estas cualidades no hace falta tenerlas desarrolladas completamente, pero es necesario que hagan parte de nuestras cualidades positivas, para que nos demos cuenta que los collares eléctricos son elementos que provocan daño y dolor en nuestro noble amigo.

Todos en algún momento hemos sido víctimas de la electricidad estática, hemos recibido un chispazo al tocar a otra persona, o al tocar una barandilla… o también hemos sufrido un calambrazo al enchufar un aparato eléctrico a la corriente de luz. Estas sensaciones no son agradables. Sí afirmamos que no nos gusto podemos hacernos estas preguntas ¿ Porqué tienen que ser agradables para nuestras mascotas? ¿Qué es lo que han hecho tan grave para que les demos un castigo tan horroroso?.

La educación de una mascota debe ser a través del cariño, los humanos también somos animales racionales y aprendemos todo mejor con estímulos positivos, a los animales les pasa igual que a nosotros, sí tienen una consecuencia positiva el aprendizaje se producirá antes, y sí les tenemos que corregir, lo haremos desde el cariño y la comprensión, al final nuestro perro tendrá asimilado el aprendizaje sin sufrimiento.

Los collares electricos solo tienen consecuencias negativas, éstos producen una descarga eléctrica que puede afectar negativamente a los músculos, el corazón o al cerebro y el daño será mayor o menor en función del voltaje que le suministremos, incluso estos daños pueden ser irreversibles. Pero no solo a nivel físico le afecta, a nivel psicológico y emocional  también le afecta. El recibir descargas de forma continuada produce en el perro estados de angustia, stress, nerviosismo, apatía…

Es necesario reflexionar, y llegamos a la conclusión de que sí queremos a nuestra mascota y la queremos educar, en vez de realizar un desembolso económico en un instrumento de tortura hagámoslo en Al final si utilizamos esta vía de aprendizaje positivo, nuestro perro no solo será un cánido educado  sino que será feliz y psicológicamente equilibrado.

Educar a nuestro gato II

En artículo anterior hablamos sobre los diferentes aspectos del juego, la importancia que tiene en el desarrollo y en la evolución y la necesidad de establecer la actividad del juego como prevención de conductas dañinas hacia nuestros muebles y hacia nuestra persona. A continuación vamos a seguir estableciendo claves para que la convivencia entre nuestro gato y nosotros se desarrolle de forma adecuada.

Cuando nuestro gato esta llevando a cabo una actividad molesta o una travesura debemos actuar apartándole de la actividad que está llevando a cabo, no utilizaremos el castigo físico porque lo vinculará a nosotros y eso provoca distanciamiento con la persona dejara de fiarse de la persona que lo corrige mediante empujones, golpes y demás actos que supongan una agresión para el felino e incluso puede tener como consecuencia que nuestra mascota desarrolle conductas agresivas hacia nosotros. Podemos usar la palmada o algún instrumento que provoque ruido para que el gato cambie su foco de atención y que no lo vincule con nosotros, también podremos usar la voz. Recordad que los animales no entienden lo que decimos, le podemos soltar una parrafada que el continuara con su actividad sin molestarse, a veces un simple No enérgico y en el momento adecuado es más útil que cualquier otra cosa. La corrección se debe realizar en el momento en el que el gato lleva a cabo la actividad equivocada, sí lo hacemos después el no sabrá porque lo corregimos será demasiado tarde. Todos los animales actúan por acción igual a consecuencia inmediata, tanto para el refuerzo positivo por hacer las cosas bien, que puede ser una golosina como el refuerzo negativo que es separarle de la actividad que lleva a cabo.

Todos los aspectos señalados en los dos artículos son importantes para lograr que nuestro gato no desarrolle conductas molestas y/o agresivas, pero a veces no es suficiente o se produce un cambio en la conducta de la mascota que no tenemos claro como corregir, en ese momento deberemos de acudir a un especialista en comportamiento felino para evitar que se agrave el problema sobre todo cuando vivimos en una casa donde habitan niños, personas con discapacidad física o mental o halla alguna persona vulnerable por padecer alguna enfermedad o presente otra circunstancia similar. El especialista en comportamiento felinos nos ayudará modificar la conducta molesta y nos dará pautas para intervenir con nuestro felino en ese momento y a medio plazo.

Repite, repite, Lorito

Hay que ver que lo primero que asociamos a los loros es su facultad de repetición y su imitación de todo lo que decimos y sin embargo resulte tremendamente difícil y agotador enseñar una frase graciosa. Pero peor es cuando decimos una sin querer y la repiten siempre.

¿Por qué pasa esto?, ¿por qué retienen unas frases sí y otras no? Es un misterio por qué para algunos enseñar a hablar a estos animales es una gran experiencia de aprendizaje para mascota y dueño y para otros es un ejercicio desesperante y se convierte en una verdadera condena.

Resulta que ahora nos hemos enterado que no es tanto nuestro problema como el juego de otros factores como la clase de especie, la personalidad del ave, la edad, la relación que mantengamos con él y, como no, la técnica que utilicemos.

Especies más dadas a ser parlanchinas

Si queremos tener un ave que pueda imitar sonidos es importante elegir bien una especie que tenga tendencia a ello, mejor aún si también posee la facultad de vocalizar (aunque nos sorprenda, las hay).

Una de las especies que más capacidad tiene a reproducir sonidos es el loro gris africano, algunos amazonas como el frentiazul, el frentiroja y el real; algunos guacamayos, las cacatúas y/o los mainates. Aunque son más propensos a realizar sonidos no tenemos que olvidar que nosotros debemos tener paciencia y constancia en enseñarles, pues es un trabajo de ambos.

¿Cómo enseñarles?

Como no nos cansamos en repetirte, lo más importante que debes tener es paciencia, todo aprendizaje tiene su curso y su tiempo a emplear. Es importante tratar bien al animal, incluso tratarle como si fuera un niño, con el mismo cariño y mimo. Así se sentirá querido y proporcionaras un ambiente agradable y confiado para que se sienta seguro, lo que hace que sea más receptivo.

Debes saber que el aprendizaje es mejor cuando es individualizado, esto quiere decir que si tienes varias aves les enseñes de una a una. También es importante que cada vez que regreses a tu hogar les dediques unos mimos y hables con ellos. Así cada vez que te vean asociaran tu presencia con las frases aprendidas. Usándolas como si de un saludo se tratara.

¿Qué palabras usar?

Como en todo en la vida, la primera palabra debe ser más fácil y las siguientes podrás complicarlas poco a poco. La forma de enseñar es mediante repetición, manteniendo la atención del ave. Para ello le repetiremos esa palabra muy cerca, pero sin llegar a atosigarla ni aburrirla. Dejándole sus tiempo también.

Es importante el tono de voz que utilicemos. Preferiblemente tonos agudos, por lo cual es mejor que le enseñe una mujer o niño que un hombre.

Recuerda que son animales, por lo cual intenta ser tú el sujeto racional siempre.

 

Cachorro: el último de la manada

Cuando tenemos un cachorro en casa, es necesario dejarle claro que él es el último de la manada y que nosotros somos los machos o hembras alfa. El cachorro si estuviera en una manada de perros sería el último para todo. El establecer esa jerarquía es una precaución para evitar conflictos en la convivencia diaria, es posible que nuestro cachorro en la llegada al hogar se muestre un cánido tranquilo y que su comportamiento sea el adecuado, pero de nuestras acciones dependerá que ese perro mantenga el comportamiento y mantenga o cambie el comportamiento. Los perros y los lobos en su hábitat forman manadas y en ellas mantienen un riguroso orden de jerarquía. Esta el líder de la manada, llamado alfa, luego esta beta y por último esta omega que correspondería con el perro sumiso.

Acciones que debemos establecer para dejarle claro que es  un perro omega.

  • El perro siempre será el último en comer, en todas las comidas. Primero comeremos nosotros y una vez que hayamos finalizado completamente pondremos a disposición del cachorro su comedero con el alimento que le corresponda. Con esta forma de proceder no solo estaremos dejándole claro su posición, sino que también lograremos que el perro no este pendiente de nuestra comida y no pida.
  • Salir de paseo.  Si le llevamos con correa, no le dejaremos que se adelante, debe ir al lado o un paso por detrás nuestro, si nos fijamos en las mandas, el líder siempre es el primero y detrás están el resto de los componentes del grupo. Al principio puede ser costoso porque el perro tiene demasiada ansia de olisquear todo y de investigar, debemos ser pacientes y corregirlo poco a poco. Una forma de hacerlo es premiando, y lo haremos aunque sea mínimo el progreso, sí logramos que dé 3 pasos junto a nosotros, le daremos una gominola y haremos sonar el clicker para que poco a poco lo vaya interiorizando.
  • Llegada a casa. Es posible que nuestro perro tenga una explosión de alegría y que no sea capaz de controlar sus impulsos por lo que se suba a nosotros o intente mordisquearnos las mangas. Debemos ignorar ese comportamiento, no acariciarle y dejarle que se tranquilice, cuando se haya calmado nos acercaremos a él a saludarle, si vuelve a saltar y mordisquear pararemos y repetiremos hasta que con nuestro saludo se mantenga tranquilo.
  • Comportamiento a evitar del perro. Subirse al sofá, a la cama… Sí no le educamos cuando es un cachorro es difícil que luego lo acepte. Se le debe decir NO y bajarle, puede que insista, hay que mantenernos con seguridad en nuestra actitud de no ceder.

Educación en refuerzo positivo

Afortunadamente, cada vez podemos ver más perros acompañando a sus dueños a todas partes. La idea de que un perro sólo es para tenerlo en una parcela como perro guardián está prácticamente desterrada, al menos en las ciudades.

Esta concepción del perro como parte integrante de la familia también supone un mayor responsabilidad tanto para con los demás viandantes como para con nuestro propio perro. Por eso debemos darle una educación.

Esto no significa enseñarle a hacer monerías, sino darle unas pautas de comportamiento con las que él se sienta cómodo y descubra el placer de relacionarse con su entorno sin miedos ni estrés.

Perros reactivos y dueños negativos

Un perro que empieza a ladrar en cuanto alguien pasa a su lado o ve un perro o ante cualquier otro estímulo que no suponga una amenaza real es un perro con un problema de ansiedad, lo que se llama un perro reactivo.

Ante este comportamiento, lo que la mayoría de las veces vemos es que los dueños les gritan, les tiran de las correas, o, incluso, les llegan a pegar. Esta actitud de los dueños es muy negativa, porque aunque consigan que el perro se calle, lo hará por miedo no porque hayan solucionado el problema.

Averiguar la razón es fundamental

Siempre hay que acordarse que un perro no hace algo por fastidiarnos, lo hace porque tiene un problema. Y nuestra labor como sus cuidadores es encontrar la raíz del problema y solucionarla.

Pero solucionarla no es evitar que se produzca, sino solucionar el problema que hace que el perro reaccione así. Para ello hay que recurrir a un especialista en conduzca canina, siempre.

Buscar ayuda para curarlo

Igual que nosotros acudiríamos a un profesional para tratar los problemas psicológicos de uno de nuestros hijos, así deberemos actuar con nuestro perro. Primero habrá que consultar con el veterinario para averiguar si puede ser que tenga alguna dolencia.

Si nuestro perro goza de buena salud, entonces es la hora de buscar ayuda de un especialista…. no un adiestrador, sino un especialista en conducta canina.

Especialistas hay muchos y es muy difícil saber cuál elegir. Además, hay varias escuelas de pensamiento. El refuerzo en positivo está basado en el pensamiento de que la mejor manera de educar a un perro es reforzando sus experiencias positivas.

Está claro que a cualquiera nos gustan más los premios y los halagos que los gritos y tirones. Todos haremos con más gusto algo si sabemos que al final conseguiremos un premio que si la meta es sólo no ganarnos un grito.

Cambiando su visión del mundo

De esta manera, con el refuerzo en positivo se busca que los perros asocien las experiencias que les estresan con algo bueno para ir haciendo que baje cada vez más la ansiedad que les produce.

Por ejemplo: un perro que ladra a otros perros no conseguiremos que lo deje de hacer por ponerle un collar de castigo, sólo conseguiremos que cuando se ponga a ladrar al otro perro por miedo se haga daño con el collar y asocie “perro desconocido = dolor” y cada vez se ponga más agresivo.

Con las pautas que nos ofrecen los terapeutas caninos podremos ir mejorando la calidad de vida de nuestro amigo peludo, además de reconvertir esos miedos que presenta.

Paciencia y trabajo

Pero esto no es de un día para otro. Hay que estar dispuesto a ser paciente, a comprender que es un problema que tiene y que hay que curarlo.

Es sumamente importante recordar que es un perro y que su comportamiento negativo no está provocado por sentimientos puramente humanos como la venganza, el desprecio, los celos o cualquier otro nombre que queramos darle.

Los comportamiento negativos son reflejo de algo que no va bien y que hay que trabajar para curarlo, no para esconderlo bajo una dominación que le cause miedo… porque tarde o temprano un comportamiento que hemos retraído a base de gritarle o pegarle hará que se refleje de otra forma causándole mayor sufrimiento.

Premiar en vez de gritar

La tendencia actual entre los nuevos educadores y terapeutas caninos es educar a través de juegos que les resulten atractivos de realizar sin forzarles ni cansarles.

Los premios por el trabajo bien realizado o por no haber repetido una conducta negativa es el mejor aliciente que se puede utilizar.

Las escuelas de refuerzo positivo se pueden localizar por todas partes. Canescool y Mr. Mutt, en Madrid, son un claro ejemplo de este tipo de educación.

Aconsejan que desde pequeños se sociabilicen con otros perros y se eduque en positivo para que los perros crezcan sanos tanto físicamente como mentalmente.

Un perro no es un juguete, es un ser vivo que necesita nuestro respeto además de nuestro cariño. Y, por supuesto, una educación basada en esas premisas y no en el miedo y en el “yo mando”.

Esto no significa dejarle hacer lo que quiera, no, no es eso. Es enseñarle lo que deseamos que haga premiándolo por hacerlo.

Las pegatinas de tu perro

Te conozco. Cambias de cara y veces incluso de sexo, pero sé quién eres: a veces te presentas como un tiarrón de pelo en pecho, a veces como un chaval de quince años, y otras como como una mujer de rostro hermoso e inocente. Tus caras, tus cuerpos, tu voz pueden ser muchas, pero, cabrón, te tengo calado.

Sé que eres tú porque hay un rasgo que te identifica: cómo sales de paseo con tu perro. No me molesta que lo lleves suelto -al contrario: si el animal está bien educado, me parece de perlas-. Ni siquiera me parece del todo mal que lo bañes cada dos años y me deje un pestazo espantoso en la ropa cuando se me arrima para que lo acaricie (tengo una especie de imán para los perros).

Lo que me cabrea sobremanera es que, nada más llegar al parque, le des una palmada al animal y lo mandes a césped, a que se alivie de vejiga y de intestinos. No sería la primera vez que me tumbo en el césped (mal hecho: tampoco se permite) y me encuentro a centímetros de una pegatina. O encima de ella.

Normas elementales

No te voy a engañar: no soy un tipo educado, y mi escaso refinamiento no me permite desahogarme con un “¡Huy, caramba! Un perrito ha hecho sus necesidades aquí. Su dueño debería tener más cuidado”. No. Lo que sale de mi boquita se parece más bien a un “Me cagüen el desgraciao del tío y en todos sus antepasados hasta tiempos de Felipe II”. Eso.

Vamos a ver, tonto de babilla (o tonta de babillo, que también puede ser), muchos ayuntamientos regalan bolsas para estos menesteres. Y, si no es así, gastarte una bolsa no te va a arruinar. El animal, como animal que es, no sabe de normas de urbanidad. Tú, deberías.

¿Una especie evolucionada?

Se trata de demostrar que hace unos cuantos miles de años que tu especie bajó de los árboles y empezó a vivir en la tierra, compartiendo espacio con sus congéneres; se trata de que sepas respetar a unos vecinos que no tienen por qué ir por la calle esquivando, además de los baches y las zanjas, las minas que no recoges.

He tenido perro –bueno: él me tenía a mí, más bien- y sé lo que significa ¿Lo sabes tú? Es un ser vivo, con sus necesidades, también fisiológicas, que no sabe dónde debe satisfacerlas. Siempre he dicho que adoro a los perros. Y que odio a algunos amos.